viernes, noviembre 13, 2009

Al infierno se va en Ascensor

Por alguna razón de tipo cósmica desde hace algunas semanas los ascensores de mi día a día han provocado toda clase de retardos, arrecheras, cansancio y desesperación en mí. Tanto en el edificio donde vivo como en el que trabajo los ascensores se han dañado intermitentemente, dándome preciosos minutos en los cuales he podido reflexionar acerca de cuánto me ladillan los ascensores en general.

No se trata solamente de haberme levantado hace unos días tarde y haber tenido que bajar los siete pisos de escaleras, haber llegado relativamente a tiempo al estacionamiento del trabajo para encontrarme con una cola que me hizo recordar los tiempos de la beca alimentaria. No, no es sólo eso, es mucho más. Aún cuando están buenos me generan fastidio, por varias razones, casi todas del tipo social.

Por un lado están los desesperados, con esto me refiero al grupo de personas que por alguna u otra razón llegan al lobby mientras estoy esperando el ascensor, el botón brillante indicando que ha sido presionado y sin embargo esa no es seña suficiente de que viene en camino, por tanto tienen que presionarlo otra vez. Esto me molesta en dos niveles, por un lado, lo veo como un insulto personal, no estoy parado ahí de gratis y ya presioné el botón y a menos que esa persona tenga poderes mágicos, el ascensor NO va a llegar más rápido. Por otro lado, los desesperados tienen además por costumbre presionar el botón mil veces como si se tratara de un acelerador, sería bueno entonces indicarles a estas personas que pisar el botón cien veces NO hace que llegue más rápido.


¡¡Tal vez si le doy a la G mil veces llegaremos más rápido!!

En los edificios de oficinas es común encontrar también a los indecisos, son los que no tienen ni idea a qué piso se dirigen pero están apurados por llegar, así que deciden evitar mirar el directorio o preguntar al vigilante todo para vivir la aventura de llegar a tiempo sin saber dónde van. Entonces estos personajes abordan el ascensor, hojita de papel en mano, y empiezan a elucubrar acerca del piso correcto: "Yo creo que es el 6...no, no, es el 8, chico a mi parece recordar el 12" hasta ahora, nada grave, el problema es que piensan en un número y lo marcan. Al final, han marcado todos los números sólo para darse cuenta que la cosa es en el primer piso y el resto, nos tenemos que ir parando piso por piso hasta llegar al 18.

Es en uno de estos...mentira es en la otra torre, hasta luego!

Además de este par de tipos de personas están los grupetes que son esos que suben en cambote al ascensor, se caracterizan porque consideran que el ascensor es de capacidad infinita y por tanto lo llenan a reventar y además creen que por ser mayoría pueden hacer los que le da la gana en el apretujado aparato, bien sea gritar todo lo que quieran, bailar, cortarse las uñas (esto me pasó en verdad) o simplemente detener el ascensor mientras conversan ampliamente entre pisos.

Creo que sólo me falta por criticar a los tarados que marcan los botones de subida y bajada, y que luego tienen el descaro de preguntar ¿Va bajando o va subiendo? y no montarse porque no el ascensor no va en la dirección que ellos quieren. Los ascensores debería venir con un manual de uso, en fin, al menos descargué mi ya no odio sino ladilla absoluta a estas pequeñas cajas de socialización forzada.

martes, noviembre 03, 2009

Mi vida gira alrededor del Béisbol

Nunca he sido muy fan del béisbol, he tenido épocas en las que lo he seguido y otras en las que no tanto. Soy fan de los Eternos Campeones pero no sabría decir quiénes forman la alineación del equipo. Tengo una gorra del Caracas que me regaló mi esposa y algún día cumpliré la promesa que empavó al equipo de comprar la franela. Soy, en todo caso, un fan de periódico, es decir, todos los días veo los resultados y leo las noticias al respecto.

Sin embargo, por una extraña alineación cósmica me toca vivir cerca del Estadio Universtario. Es curioso, de niño jamás percibí que vivía cerca del estadio, aunque lo podía ver desde la ventana, aunque podía escuchar los gritos y la samba de los Tiburones, jamás pensé que vivía cerca del estadio. Quizá de niño la diferencia entre lejos y cerca se mide de otra forma.



Lo cierto del caso es que buena parte de mi vida la he pasado tratando de comprender el fenómeno del béisbol, ese que convierte a personas en apariencia normales en seres extraños llenos de trivia deportiva (mentira, normalmente sólo es trivia beisbolera) y que viven y mueren por la pelota.

Tengo que admitir que cierta parte de mi ha sido también siempre esnobista en este respecto. Es apenas de grande que entiendo que a una persona que le guste el béisbol le debe parecer tan inútil mi conocimiento de los Simpsons como a mi cuánto ha bateado o dejado de batear el Magallanes.



Por eso me parece una ironía de la vida que hoy tenga que acomodar mi horario con el calendario de los Leones y Tiburones, mi vida se va a la mierda durante la temporada de béisbol, si juegan Caracas-Magallanes, Caracas-La Guaira o La Guaira-Magallanes, se hace imposible llegar en menos de dos horas hasta mi casa desde practicamente cualquier punto de la ciudad.

Todos los lunes religiosamente me veo en la obligación de revisar el calendario, maldecir por vez número mil doscientas cincuenta y seis a los Tiburones por no tener Estadio propio, a los desalmados de la LVBP que ponen un Caracas-La Guaira seguido de un Caracas-Magallanes, con toda la premeditación y alevosía posible.



Desde la ventana de mi oficina se puede ver la calle que va hacia mi casa, sin colas, 15 minutos me toma en un día normal. Dos horas toma si hay juego, además es un paquete todo incluído de borrachos en la calle, fiscales que estorban más de lo que ayudan, incluso ha pasado que es tanto el tráfico que es necesario cerrar la calle y rogar al grito de "pero es que yo vivo ahí".

En fin, esa es la historia de cómo mi vida es controlada por el béisbol en contra de mi voluntad, de cómo me toca inventar idas al cine, cenas en la calle o simplemente arriesgarme a caminar por Plaza Venezuela en la noche para poder llegar a mi casa antes de las 10pm y poder echarme a ver los Simpsons aunque sea un rato.